Las personas del camino. 1 entre 400

jueves, 29 de enero de 2015

Allá por Noviembre del 2013 os conté que ya no me inspiraban tanto los grandes personajes históricos, sino que me fijaba más en la gente que tengo más cerca y que de verdad son los que cambian el mundo. En aquella ocasión le tocaba a Belén, y hoy os hablaré de Leo. 

Leo es una de las personas más especiales que me encontré mientras haciamos el Camino de Santiago. Al principio no le presté mucha atención, me pareció el típico charlatán del que intentaría descolgarme en la próxima etapa. Pero bastaron unos pocos kilómetros para darme cuenta de que detrás de toda la palabrería había un hombre del que podía aprender mucho. 
El médico del camino, le llamábamos. Iba curando ampollas por todos los albergues y esto le servía de excusa para andar de un lado para otro y no perderse nada de lo que sucedía a su alrededor. Suerte que hablaba todos los idiomas habidos y por haber, aunque los coreanos, con su caracter más distante, se le resistían. 
 A su edad, sopló sesenta en Villafranca del Bierzo, tenía más energía que todos nosotros juntos. En su compostelana apuntaron unos 800km pero estoy segura de que llegó a los mil, porque no paraba de ir y volver y de andar y de andar. 
Entre tanta ida y venida, pude conocer un poco más a cerca de su vida y me demostró que, aunque no lo había tenido fácil, gracias a su perseverancia y duro trabajo, había conseguido estar donde quería. 
Recuerdo una historia que nos contó sobre un examen para conseguir un trabajo. Eran 400 candidatos para un único puesto y, sabéis quién quedó el primero? Pues sí. Leo. 


Desprendía tanta vitalidad, que daba la sensación de que estuviera viviendo el doble que los demás. Se emocionaba con un amanecer, componía poemas cuando la luna y el sol se encontraban, hablaba sobre historia del arte italiano con un arquitecto napolitano, desayunaba como si no fuese a comer en todo el día, actualizaba el facebook con sus mejores selfies... En definitiva, exprimía la vida como si cada segundo se le escapara de las manos y nunca más volviera. 


Eso es lo que aprendí de Leo. Que la vida son dos días. Pero dos días maravillosos en que lo único que debemos hacer es disfrutar. Pero no en el sentido ocioso de la palabra, sino persiguiendo nuestras metas y trabajando duro por conseguirlas. Esforzándonos cada minuto por alcanzar nuestros objetivos. Siguiendo nuestro camino pero acompañándonos de buena gente. Saboreando el buen sabor que deja saber que estás haciendo las cosas bien, que todo por lo que tan duro has trabajado tiene su recompensa. 

En estos momentos, pienso en Leo y en la historia de 1 entre 400 y sé que si el pudo, yo también podré. Que los esfuerzos merecen la pena y que hay que luchar por lo que uno quiere. 
Voy a seguir haciendo camino, y deteniéndome en todas las personas interesantes que pueda encontrarme en él.


3 comentarios:

  1. Yo de mayor quiero ser como Leo, jeje. Qué razón tienes en lo que escribes :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y qué dificil es llevarlo a la práctica!! Pero seguiremos intentándolo y fijándonos en personas como Leo. ;)

      Eliminar

¡Gracias!