Ayer llegué a casa a las once de la noche. Tenía el día libre pero a primera hora me fui a un curso sobre aprendizaje cooperativo. Después quedé a comer con mi novio en Dando la Brasa pero antes nos dimos una vuelta por el reciclaberinto. Por la tarde me fui cuatro horas a la academia de costura y trabajé mi paciencia cosiendo una camisa (grrrr). De allí, me fui con una amiga a tomar algo antes de ir a nuestra clase semanal de salsa.
¿Por qué te cuento todo esto? Pues porque ya son casi tres años los que llevo viviendo en Bilbao y he llegado a la conclusión de que lo que más me gusta de la ciudad es justo lo que más odio. Hay muchas posibilidades de pasar el tiempo pero a veces también me gusta ver el tiempo pasar.
Durante la semana lo doy todo pero el fin de semana piso el freno e intento dejar la mente en blanco.
Lo que más me ayuda para esto es ir al pueblo. Allí parece que los días tienen 48 horas y que lo único que importa es pasarlo bien.
¡Buen finde!
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